Neumatología – Extracto draft capítulos 1 a 3

ÆT75-20.6

Extracto de una versión temporal de mi dialéctica filosófica sobre dimensiones.

El ser.

Al ser puro, el más allá de algo que es cuantitativo o la nada, geométricamente solo se le puede representar como un punto. Cuando se dibuja un punto, se está dibujando un concepto, un lugar cuyo tamaño se desconoce. Al no haber un exterior contra el que sentirse grande o pequeño, viene a ser lo mismo dibujar un punto en un papel que dibujar el papel entero sin que quede nada en blanco.

Se dice que la malla de espacio tiempo en el universo que habitamos es escenario de continuas apariciones y desapariciones de particulas elementales en el vacío que proceden a autocancelarse en su inmensa mayoría. Solo una proporción inefablamente pequeña consigue atravesar el exámen del tiempo, y pasa de habitar la eternidad de un momento instantáneo a colocarse de forma permanente en la realidad material.

Un yo que está en un estado 0-dimensional (zero ontology en inglés) es algo que no está diferenciado con un no-yo. Forma parte de una misma sopa homogénea del no ser. Solamente cuando por alguna razón hay un proceso de despertar por parte de ese yo, ese yo pasa a ser un yo que no es el yo total. Esto es un proceso que visto desde aquello que se separa, es un proceso negativo, de renuncia y separación. Visto desde el yo total, es un proceso positivo, puesto que el yo total sigue considerando como yo aquello que se está separando. Lo ve de forma paternal, desde una posición de ‘yo antes-grande a yo después-pequeño’. Pero quizá llega un momento en el que ese yo de después ha crecido tanto que no es realista que el yo antes se vea superior al yo después y por tanto capaz de englobar en su seno al yo-después.

Aparentemente el espacio-tiempo tiene una tendencia inexorable a estirarse/extenderse/ensancharse como un chicle, en el que los huecos de vacío son rellenados por nuevos yoes, o ‘gotas’. Pero es importante recalcar que el vacío y aquello que llena el vacío emergen al mismo tiempo. Desde la perspectiva del universo físico, salen hacia algo que está fuera y constituyen un cuerpo. Pero la información del universo existe en un estado no local, y rodea el universo físico a través de todos los intersticios que lo cruzan, como una matriz. Desde el punto de vista de la matriz de información no local, el universo físico está dentro de la matriz.

La 1a dimensión surge cuando un yo local descubre por alguna razón que ese yo es un yo completo en sí mismo. Entonces, ese yo persiste y se repite más veces, y crea su propio tiempo. Ese tiempo consiste en todas las veces que ese yo local puede repetirse a si mismo en comparación con le entorno que le rodea. Entonces ya no lo dibujamos como un punto sino como una linea de puntos.

Pero un yo solamente puede estar completo en sí mismo cuando no está pasando por un proceso de mitosis, cuando no se está separando de sí mismo. Y eso solamente puede ocurrir si ese yo local consiste en un matrimonio entre el tiempo que crea la separación y la fuerza de una eternidad estable. Si hay demasiado poco tiempo, esa eternidad estable aparece como algo momentánea respecto a otros yoes vecinos. Si hay demasiado tiempo, cualquier vecino le parece a ese yo como algo momentáneo y por tanto no puede relacionarse con el entorno. Quizá la velocidad de la luz sea el tiempo máximo, y la fuerza electromagnética sea el motor que calcula la proporción entre distintas velocidades temporales de los distintos yoes.

Un yo puede volverse grande de dos formas primordiales. La primera es la fusión con el entorno, convertirse en una gota más del océano, hasta ser tan inconfundible con el océano en sí que la conciencia de esa gota acaba ascendiendo a ser el océano en sí mismo. El problema de este camino es que es como un sueño en el que la pérdida de la proporción del yo inicial le conlleva a perder también la noción de la grandeza del océano en donde está metiéndose. De tal forma, la gota no es capaz de saber si en el proceso de convertirse en océano, está convirtiéndose en agua o quemándose como un combustible. Es la pérdida de la noción de la temperatura, el frío y el calor, la proporción y separación con otras gotas. En última instancia, el océano aparentemente inabarcablemente grande es un engaño: es la gota que se está haciendo tan pequeña que a lo mejor la gota en un estado inicial podía ser tan grande como lo es el océano en el que se refleja la gota en su estado final. Este es un camino negativo, de autofagocitación y muerte. Este océano es el primer infinito, la primera asíndota. La voluntad de escapar de esta trampa crea la primera paradoja, y con ella el primer tiempo.

La segunda forma de volverse grande es el crecimiento orgánico, es decir, elevar la propia temperatura, grandeza. Una gota, en la medida que crea su propio tiempo y éste consigue sobrevivir a los tiempos de otros yoes de su entorno, crea su propia línea temporal, su serpiente. En el proceso va viviendo cada momento de forma secuencial, y cada momento secuencial tiene una experiencia protagonista. La gota maestra va pariendo un yo por cada momento secuencial. Estos yoes son esos yoes que aparecen misteriosamente en la dimension 0. Son fotogramas de la película del yo serpiente. Cada fotograma adquiere una conciencia propia ya que irremediablemente despierta el hecho de su existencia. Así pues, de cada estrato de un tronco surgen ramas fractales, puesto que cada parte del tronco es un yo sujeto en sí mismo.

Es importante recalcar que este fenómeno de incepción de gotas nuevas no se da siempre, sino que se da únicamente cuando una gota maestra (la que está en la cabeza de la serpiente) tiene un tiempo que sobrevive a las demás gotas de su entorno, que nacen y mueren a su alrededor de forma rápida en comparación con la gota maestra. Una analogía en términos humanos sería que si un hombre tiene 7 perros distintos a lo largo de su vida, cada vida del perro corresponde a una varianza existencial en la vida de ese hombre, y el alma de ese hombre tiene 7 sub-almas correspondientes a su relación con cada perro. Un alma tiene un viaje interior de aceleración dopamínica (juventud) y descanso serotonínico (senectud). Ese hombre, si no tuviera perros, tendría una alma de forma sinusoidal limpia y simple, pero la interacción con una secuencia de 7 almas sinusoidales crea perturbaciones en la forma sinusoidal básica del hombre. Cada interacción crea una nueva onda sinusoidal que es el resultado geométrico de la suma entre el alma del hombre y la del perro en particular. Esa nueva onda es como una nueva gota.

Una gota, cuanto más grande es, más rápido va, más luz tiene. La gota maestra que ha parido a muchas otras gotas (que no son otra cosa que la secuencia de yo anteriores de esa misma gota) tiene la capacidad de observación de esas gotas. La gota maestra ve a las gotas creadas como parte de ella misma, un yo anterior, y se sitúa en el parte positiva de la creación. Esta gota se ve sujeta a un proceso de crecimiento exponencial. Cuando eres pequeño en un mundo muy grande la tendencia es el dirigirse hacia el primer infinito y fusionarte con el océano. Pero si una gota tiene un tamaño lo suficientemente grande en relación con su entorno local, puede adquirar la capacidad de emanciparse, continuar persiguiendo su propio camino, cada vez más rápidamente. Cada incremento de velocidad está inmerso en un proceso de interrelación y comparación con otras gotas, no se puede crecer de verdad contra el vacío.

La cuestión emerge en la comparación con otras gotas. Es posible que el entorno en el que la gota está presente sea tan grande comparado con la gota, que como decimos la gota se puede ver abocada a fusionarse con su entorno (el primer infinito). Y es posible que eso ocurra eternamente, hasta que sucede durante tanto tiempo que el tiempo en sí mismo pasa hasta que la situación general del entorno local de la gota cambia lo suficiente como para permitir que la gota se emancipe. Entonces, la gota se enfrenta con la dicotomía de reducir su propio tamaño, o huir hacia el vacío hasta que la distancia entre el entorno y la gota protagonista se vuelve suficiente como para que el entorno parezca lo suficientemente pequeño como para que pueda volver a haber una correspondencia factible. Esa huída hacia el vacío, igual que la inmersión en el océano, también puede implicar una pérdida de la capacidad interna de calibración de la proporción entre el tamaño del yo protagonista y otros yoes del entorno. Una gota, pues, puede caer en la tentación de que el océano que vislumbra no es tan grande y decidir crecer por su cuenta, crear su propio tiempo.

Pero recordemos que el tiempo total se crea en las interrelaciones entre varios yoes. Un yo que se repite a si mismo lo que está haciendo es devaluarse, y cae en un circulo vicioso de querer acelerar más y más, y por mucho que acelere no conseguir sobrevivir a los tiempos de alrededor, precisamente porque el tiempo que la gota protagonista crea no es útil o intercambiable con otras gotas. Entonces la gota protagonista acelera hacia su propia eternidad, que puede acabar siendo vista como un destello instantáneo por parte del entorno, que sigue persistiendo.

Una gota puede acelerar todo lo que quiera, porque el ser existe en un estado no local, es la matriz del universo material. Se podría decir que hay una fuente de energía inagotable desde el punto de visto interior al universo. El mero hecho de existir es una demostración de que se puede existir más intensamente, y la gota puede sumergirse en esta fuente de energía, y crear su propia eternidad. Sin embargo, cuanto más eternidad bebe esa gota, más particular se vuelve su idiosincrasia, porque el modo de su existencia ontológica particular depende de la forma topológica de su recorrido anterior, en este caso una línea: una demostración de que el yo es un infinito. Este es el segundo infinito, la segunda asíndota, la segunda trampa.

La trampa consiste en que cuanto más particular es la idiosincrasia de la gota, más lejos se encuentra del océano del primer infinito, y más imposible es su correspondencia y fusión con ese océano. Es como si la gota fuera dura, o de un material particular, y no hecha de agua, o de éter, o materia prima. En última instancia, el océano infinito está compuesto de todas las gotas del universo que más se parecen entre sí. Ese océano es eterno pero su contenido está en continuo recambio, puesto que en el proceso de fusión con ese océano, cada gota tiende a autoaniquilarse. El océano, pues, está continuamente en proceso de empequeñecimiento, y en última instancia acaba evaporándose, y su contenido vuelve a la matriz no local/desaparece dependiendo de la perspectiva. Pero al mismo tiempo, el océano se ve alimentado por gotas con un exceso de energía que desean escapar de la segunda asíndota, creando un segundo tiempo. Por tanto el océano sobrevive mientras se desinfla y alimenta eternamente. El universo físico existe entre la intersección de esos dos infinitos.

Una gota que acaba en el segundo infinito acaba sola y pequeña. Tiene mucha energía, pero es una energía repetitiva. Por tanto, llega un punto en el que le compensa abandonar este segundo infinito y se da la vuelta, hacia el océano, y empieza a descargar su energía repetitiva y simple en ese océano, intercambiando oscilaciones con gotas simples: ha vuelto a la casilla de salida, era grande y veloz, y de repente se ve intercambiando oscilaciones simples y pequeñas como al principio. Una gota que consigue persistir en el tiempo es, pues, un yo que está continuamente bailando una oscilación seno-coseno entre la fusión con el entorno que puede no ser entorno, y una separación hacia una eternidad aparentemente superior al entorno pero inferior en verdad.

El tiempo es paradójico: la gota maestra percibe a las gotas paridas como nacidas en un futuro posterior a la nacimiento de la propia gota, y viéndolas como más jóvenes, pero por otro lado las gotas nuevas se mueven en el pasado de la gota maestra.

Pero la cuestión es que el universo no es lineal. Una gota maestra puede formar parte de un bucle autocontenido, en la zona de convección del sol por ejemplo, y no saberlo. Un bucle se forma cuando hay más combustible que tiempo, y una gota puede ir recibiendo ese combustible como parte de un engranaje mayor, pero se seguirá comportando de forma lineal y asindótica, pariendo fotogramas y ejerciendo de corriente positiva mientras que las gotas paridas son corriente negativa.

La forma en la que funciona la segunda dimensión, y el tercer infinito es la siguiente:

Una gota de repente existe en el vacío, parida por una gota maestra. Si está sola, no sabe si existe o no porque no tiene con quien compararse. Si no ve mas gotas, muere por no saber ser yo en un vacío de no yo, ya que solo puede haber correspondencia entre un yo y un otro yo. Sin embargo de momento existe, y eso significa que puede existir mas veces. Existir mas veces significa existir de forma simultánea, es decir, que hay mas gotas. Si hay más puntos visibles, una gota puede ver un paisaje, que se puede ordenar en un espectro de dos dirección cardinales. Está la dirección donde hay muchas gotas, incluso todas, y la dirección donde hay pocas, incluso ninguna (espacio bidimensional). Si ve mas gotas, tiende a querer ir a esas gotas (tiempo).

Cuanto mas en el centro de la nube de gotas esté, mas lejos del vacío estará y por tanto mas viva y menos muerta estará. Para la gota en el centro, su yo es más yo que un yo en la periferia. La nube de puntos no es estática, nuevos puntos van surgiendo y viejos muriendo de forma recurrente. El nexo central, un punto medio estadístico, no existe excepto como polo gravitatorio automático. Este polo se va moviendo en función de como va evolucionando la nube de puntos. Si la nube de puntos es un océano-isla en el vacío, el punto medio son unas coordenadas concretas, pero si el océano está aislado tiende a desaparecer porque no tiene combustible y relación con un más allá, por tanto el hecho de que el universo persiste es la demostración de que todo está conectado mediante océanos de semblanza, que se vuelven más visibles cuanto más elemental es la idiosincrasia de la gota protagonista. De esos océanos de semblanza, que también son los abismos del primer infinito, surgen cimas, torres de marfil, hormigueros, estrellas. Por tanto, si la nube de puntos es infinita en el espacio, es imposible saber donde está el punto medio en última instancia.

La forma de relacionarse de una gota con otra es que las dos gotas sean yo. Pero al principio hay un yo y un él. Yo me puedo convertir en él o él en yo. Trascender el segundo infinito implica una sexuación obligatoria, que no es más que la participación en cada una de las etapas que exige el baile oscilatorio entre el reposo y la aceleración, en el que emerge una reconceptualización, un objetivo perpendicular a ambos infinitos, planificada gracias a la continua recalibración entre destinos sexuales, que llamamos aquí táctica x e y.

Tactica X (o femenina): ser receptaculo de otros yo. Escoger cual yo está mejor posicionado respecto el centro y la periferia y dejar que el centro penetre mi yo y yo me convierta en parte del centro. Esto no es lo mismo que el abandonarse en el océano del primer infinito. En ese primer caso, el yo pierde su capacidad de comparación y correspondencia. En este caso, el yo mantiene esta capacidad de cálculo, y escoge entrar en el océano con una velocidad temporal que le permite crecer más (mediante la autoidentificación con el entorno) que el proceso de autoaniquilación del yo en los otros yoes del entorno. La gota de la táctica X recibe el combustible de otras gotas a cambio de regalarles tiempo.

El beneficio de esta táctica es que la gota protagonista recibe energía gratuitamente sin tener que arriesgarse a acelerar (y precipitarse al segundo infinito). La dificultad de esta táctica consiste en el mantenimiento de un yo despierto y coherente que se ve continuamente transformado por otras oscilaciones vecinas, sin que la idiosincrasia oscilatoria de este yo protagonista se vuelva más compleja que la idiosincrasia de otras gotas alrededor. Esto lo consigue regalando a su vez la energía que le es regalada a otra gotas de alrededor: este acto al mismo tiempo homogeneiza el océano y salva a gotas menos afortunadas de caer en el primer infinito, por tanto es un acto que internamente debe percibirse como altruista, pero que es como una inversión, y tiene efectos beneficiosos para la gota protagonista: homogeneizando el océano lo está agrandando, y al estar agrandando la dimensión horizontal del universo, crea nuevos espacios para que cada gota derrame de sí misma nuevas gotas y se vuelva más vertical, con lo que las gotas verticales luego tienen más energía para descargar en la gota femenina protagonista.

La tentación es usar la energía gratuita regalada por otras gota que la penetran para simplemente acelerar si la gota percibe que es demasiado pequeña/negativa y se está hundiendo en el océano. Esto puede pasar en la medida que la gota protagonista femenina valora menos el peligro de la trampa del segundo infinito. Pero si esto sucede, si la gota usa la energía que le han regalado para emanciparse ella misma, se coloca a sí misma en lo alto, en una posición automática en la periferia, en una cima, no en el océano. El peligro entonces es que si la gota está demasiado lejos en la periferia, no va a ser penetrada y será abandonada. Entonces para no morir, la gota debe recurrir a la táctica Y, la masculina.

Tactica Y: convertirme yo en el centro y forzar que otros yo sean yo. Peligro, tendré que competir contra otros centros que pretenden que yo sea él. Tras la fusión, hay emerge un supra-yo formado por la relacion entre los dos puntos. Este supra yo tiene una caracteristica idiosincratica particular, un nivel de yo en funcion de lo centrado que está.

La diferencia de esta táctica con la trampa del segundo infinito es que mientras en el segundo infinito, una aceleración ciega desconecta a la gota protagonista con su entorno y la precipita al vacío, la eternidad percibida como instantánea por parte de su entorno, ésta táctica en cambio permite a la gota a tener la capacidad privilegiada de ir acelerando mientras al mismo tiempo regala el exceso de energía a gotas de alrededor, preferentemente gotas simples/oceánicas/femeninas. Cuanto más consiga hacer esto, más actuará como un catalizador de la fuente de energía universal que proviene del plano no local. Hay dos tipos de peligros para una gota masculina, el de otras gotas individuales, y el peligro del océano en su conjunto.

Existe una sexuación obligatoria que parte de una dicotomía fundamental: una gota puede ser demasiado histriónica, con lo que a las gotas sencillas tantas oscilaciones son demasiado sucias para ser armónicas, o por otro lado unas oscilaciones pueden ser demasiado sencillas y pueden romper una armonía bien calibrada. Por tanto, una gota que persigue la táctica X crea una velocidad (X): la de tener el máximo número de intercambios en los que recibe disonancia y regala consonancia. Una gota que persigue la táctica Y crea otra velocidad (Y): la de tener el máximo número de intercambios en los que recibe consonancia y regala disonancia.

Nótese que lo que consigue una gota con esta segunda dimensión es crear dos tipos nuevos de aceleración (X e Y) que crean un tejido, un ‘espacio-tiempo’, que es un plano de representación, un escenario en el que se puede colocar y observar de forma simultánea un rango de causas y consecuencias. Emerge una aceleración en la que cuanto más tiempo captura una gota, más espacio crea. Esta aceleración es a su vez un tiempo en sí mismo, un tiempo^2, que es distinto al tiempo^1, y este espacio es el primer espacio^1: un lugar en el que parte del tiempo está congelado en un ‘back-log’: un plano. En este plano hay una música, una jerarquía temporal en la que procesos de fusión y separación se alternan de forma ordenada de acuerdo con las acciones de las gotas; el plano es un espacio paradójico en el gotas se mueven de forma predestinada hacia la libertad.

Esto ocurre por la siguiente paradoja: la distinción entre gota maestra y gota parida es artificial. Es imposible saber si hubo una gota maestra inicial porque para que una gota persista en el tiempo, tiene que crearlo, y eso solo puede hacerlo interactuando y sobreviviendo a otras gotas. Así pues, es imposible que haya un estado inicial con una gota maestra sin gotas a su alrededor. Además, recordemos que una gota solo puede sobrevivir a la eternidad no-local cuando está compuesta por una polaridad positiva y una negativa, formando un bucle autocontenido. De tal forma, no sería descabellado pensar que toda la existencia es un bucle. Pero eso por otra parte sería imposible, porque si algo está autocontenido, como un océano-isla en el vacío, se acaba autodisipando, de tal forma que por mucho que ese océano esté lleno de vida en su interior, desde fuera esta evaporación debería ser vista como instantánea. El hecho de que el universo físico existe es la demostración de que no estamos en ningún bucle ni en ninguna creación lineal estática.

El peligro para la gota que emprende el viaje masculino es el determinismo, puesto que si se encuentra en un entorno en donde las fuerzas que determinan el baile de decisiones que consiste en saltar entre descanso y aceleración son tan potentes e inescapables, la gota masculina se ve irremediablemente arrastrada hacia el primer infinito (el bucle ourobórico, una situación de equilibrio total en el que actividad y pasividad están encadenadas, por haber demasiado combustible y demasiado poco tiempo) o el segundo infinito (la pérdida del otro, el agrandamiento del yo, la obsesión inescapable).

Una gota entonces, cuanto más maestra sea, más capacidad tiene de acelerar a voluntad, pero tampoco puede ser del todo maestra porque cae en el segundo infinito. Entonces, esa gota no solamente está pariendo más gotas en función del tiempo que crea mientras se interrelaciona con su entorno, sino que participa en el tiempo^2 de la siguiente manera: se puede dibujar un plano en el que se pueden observar todas las lineas temporales en las que una gota maestra viaja, de forma que de un punto central/una matriz (que situamos en el vértice de Arriba Izquierda en un triángulo invertido) , salen líneas hacia las otras dos esquinas del triángulo. Cada línea es un universo paralelo, o quizá mejor dicho una opción computacional pre-universal. De la matriz emerge de forma radial un cúmulo de líneas, que se pueden ordenar de más aceleración a menos aceleración. La linea más acelerada viaja en horizontal hacia la esquina Arriba Derecha, y es la gota meta-maestra. Ésta es una representación abstracta de la línea que viaja lo más rápido posible hacia la trampa del segundo infinito (lo llamamos viaje alfa). Debajo de esta línea horizontal se emplaza una sucesión de líneas. La última línea se conceptualiza como un bucle, que consiste en el universo en el que la gota maestra escoge no acelerar en absoluto (viaje omega).

Este plano abstracto que define el set de posibilidades de una gota maestra adquiere una dimensión real (la segunda dimensión) por la siguiente razón, que consiste en una paradoja espacio-temporal: El número de veces que una gota maestra escogerá quedarse en bucle atrapada en el océano del primer infinito es un número infinitamente mayor, en comparación con el número de veces que la gota maestra tendrá la oportunidad de lanzarse de forma egoica hacia el segundo infinito, tal y como hemos explicado al principio. Sin embargo, por el otro lado, una gota maestra alfa es una gota que viaja en una cantidad temporal mayor que cualquier otra gota, y por tanto le da tiempo a parir un número infinito de gotas paridas.

A su vez, cada una de esas gotas paridas tiene frente suyo la dicotomía libre entre reposo oceánico y aceleración apoteósica. Por tanto, podríamos pensar que el plano triangular que representamos se puede extrapolar a una representación abstracta de literalmente todas las gotas que existen. Pero como hemos explicado antes, eso es imposible puesto que es imposible saber cual gota es la gota maestra original. Pero lo que sí se puede hacer es anclar el triángulo en el océano de la dimensión 0, y alzarnos a la comprensión del hecho de que cada gota crea, con el tiempo, otro tiempo^2 que crea su propio espacio. Este espacio, este plano, es un triangulo en el que de un vértice salen vectores hacia los otros dos vértices. Este primer vértice es el vértice oceánico/matricial. El segundo vértice es el vértice protagonista, el que captura el incapturable fotograma en el que la gota alfa maestra está en su máximo estado de euforia pletórica acelerativa hacia el segundo infinito, alimentándose de la mayor energía inimaginable. Es algo incapturable en teoría porque por definición siempre se puede acelerar más y por tanto no estaríamos capturando el último fotograma, sino el penúltimo, o uno anterior, pero aún así lo dibujamos.

El tercer vértice es el vértice contextual. Si dibujamos el triangulo de forma equilátero, es un vértice al que no llega ninguna linea, puesto que para representar fielmente la jerarquía de todas las aceleraciones posibles de una gota maestra, dibujamos la linea horizontal como la mas larga, y las lineas subsecuentes como cada vez más cortas, como dibujando una especie de escalera de caracol, o de número áureo. El tercer vértice por definición es un vértice al que no se puede llegar, puesto que si llegara a él no habría diferencia entre ese lugar y el lugar del vértice protagonista. Lo que nos enseña el triángulo es que el plano, la segunda dimensión, es eternamente inestable y tiende eternamente hacia la estabilidad desde esta inestabilidad eterna. La segunda dimensión es un plano donde operan, además de la matriz, dos fuerzas opuestas entre sí: la fuerza del vector alfa, que es adquirida de la fuente inagotable de energía que surge del segundo infinito, y la fuerza del contexto. Lo que el triángulo representa entonces es el campo de visión de la gota maestra. En esta dimensión voluble, la gota maestra es un pseudo Dios de su dimensión particular, en el sentido de que es la ‘causa que mueve todas las demás causas’. En este plano de visión, la gota maestra contempla a su creación (el vértice oceánico, que representa el océano visible, el cúmulo de todas aquellas gotas que ha parido), a sí misma siendo su yo más reciente (el vértice protagonista), y el horizonte contextual.

Como hemos dicho antes, toda gota nueva que surge (a causa de convertirse en el espejo negativo de una fuerza positiva de una gota maestra y pasar a existir mediante el estiramiento de chicle del no ser y la aparición del yo), en la medida que consigue emancipar su voluntad, tiene acceso al mismo plano triangular que todo otro ser. En este plano no hay ninguna voluntad activa, es simplemente una representación espacio-temporal de la relación de una gota con su entorno. Decíamos antes que si una gota acelera demasiado y después percibe que el océano es más grande de lo que creía, la primera opción era la tentación de abocarse al segundo infinito. En el plano esto se vería representado como que el vértice oceánico se ‘desinfla’, pierde volumen, y se acerca al centro del triángulo. Esto sería una representación de un llamado ‘abandono paterno’; la gota maestra se despega de una carga de negatividad demasiado elevada para recuperar positividad en su equilibrio. El destino de las mitades negativas, los yoes paridos más jóvenes, se vuelve ignoto. Quizá mueren, pero la gota maestra no tiene forma de saberlo, ya que estos pasan a estar más allá del océano visible. Esta estrategia a priori no parece muy recomendable, pero acaba ocurriendo porque a veces la alternativa es peor.

Lo que puede pasar también es lo siguiente: si una gota maestra va acelerando, va creando gotas paridas/derramadas. Pero recordemos que una gota solo puede crear mas gotas (que recordemos, son fotogramas de esa misma gota en un momento anterior) si tiene una capacidad de verter energia sobre otras gotas para crear un tiempo en común, en el que la gota que sobrevive es la gota con más energía. Y recordemos que creamos tiempos en común cuando gotas intercambian ritmos de oscilaciones entre estados de aceleración y reposo. Intercambios fructuosos crean armónicos de tiempo que permiten a la gota tener a la vez más energía y más tiempo común, pero para que esos intercambios fructuosos se dan, ambas partes no deben ser demasiado sencillas o histriónicas respecto a la otra. Si una gota maestra se comporta de forma demasiado lineal y acelera demasiado, se idiosincrasia se vuelve demasiado particular y no oceánica, y por tanto este histrionismo no conjuga bien con las gotas vecinas. Y se da el siguiente círculo vicioso: si la gota maestra es demasiado maestra, su oscilación (que recordemos que es la suma de todas sus interacciones durante toda su vida aceleración-reposo) pierde capacidad de interrelación con la oscilación de las gotas derramadas de reciente creación, y a su vez, todas estas gotas huérfanas son muy similares entre sí, con lo que se armonizan rápidamente y se fusionan con el océano, el primer infinito. Se acaba formando un enorme océano de gotas a la zaga de la gota maestra.

Esto, y es muy clave para todo el texto entender esta parte, lo que crea es una ilusión. La gota maestra, igual que cualquier gota, solo se puede relacionar con otras gotas de una en una. Esta gota pasa de relacionarse de forma sana y compleja con otras gotas de tamaño comparable a verse de repente rodeada por gotas de bajo nivel a su pesar. Estas gotas derramadas y simples tienen un comportamiento similar que puede llegar a ser asfixiante para la gota maestra, cada una exige un intercambio que acaba desfavoreciendo a la gota maestra: es como si un fuerte viento frontal se levantara y afectara a una construcción cuidadosamente calibrada. Entonces la gota maestra tiene la tentación de pensar que hay una fuerza demoníaca, antagonista, que se presta a combatirla de forma malvada. Esto es porque la percepción inescapable de la gota protagonista es que hay una fuerza real pero invisible que le contrarresta de forma simétrica, una consonancia armónica pero adversaria.

Pero esto es una ilusión. Es un reverso, una proyección de la propia sombra desplegada por el error que representó el exceso de aceleración en un primer momento. Tras el error, la sombra de la desviación persigue al protagonista como una anti-consonancia, que es la suma de todas las voluntades de las gotas derramadas, que recordemos, son a su vez la misma gota que la gota protagonista, en un universo paralelo donde ésta no acelera tanto. Este conjunto de gotas derramadas de la gota maestra, que a su vez derraman más gotas, que a su vez derraman más gotas, alimentan el océano y crean un campo gravitacional que contrarresta la tentación del segundo infinito: eso es el contexto.

El contexto es una dimensión temporal personal para la gota protagonista: es una línea oscilatoria (una cuerda) sin dueño resultante de la proporción contextual entre la cantidad de unidades de tiempo usada por gotas que tienden hacia el primer infinito (cantidad horizontal), y la cantidad de unidades de tiempo usada por gotas que tienden hacia el segundo (cualidad vertical). Recordemos que aunque la gota maestra alfa tienda de forma total hacia el segundo equilibrio y emerja una oposición frontal oceánica, dentro del campo contextual, una parte minoritaria de las gotas derramadas escogerán separarse lo suficiente del océano como para emanciparse y tender hacia el segundo infinito. Y ese número de gotas derramadas tiende hacia el infinito también, pero a una velocidad menor que el número de gotas que tienden hacia el primer infinito.

La gota maestra alfa se enfrenta a un trilema cuando llega a esta situación en la que no solamente su espacio negativo es superior a su aceleración positiva, sino que además, el espacio negativo crece de forma inexorablemente superior a su aceleración positiva. La primera opción es, como hemos explicado antes, renunciar a las gotas derramadas mediante el abandono paterno y lanzarse al segundo infinito. Esto es un círculo vicioso: la gota maestra acelera más, y la anti-consonancia demoníaca se acrecenta aún más hasta que la gota maestra acaba lanzándose hacia el segundo infinito y muere (para el resto) en su propia eternidad. También tiene otras dos opciones, o la fusión humillante o el combate. Mediante la fusión humillante, la gota maestra decide dejarse bañar por el primer infinito, dejar que la marea de gotas derramadas le inunden de sus oscilaciones simples y por tanto bajar de nivel de vibración. Es como volver a la casilla de salida.

Para hablar del combate hay que despejar antes la duda siguiente: Si a cada gota alfa se le puede representar su propio plano triangular, pero la idiosincrasia de tal plano es universal ¿tiene cada plano separado en un universo paralelo o en el fondo son todos un mismo plano? La respuesta es que todos los planos están conectados, pero en una dimensión más elevada, la tercera dimensión, y que este plano se debe interpretar como un espejo en el que se catalizan todos los fenómenos de primera y segunda dimensión. El plano actúa como algo que realmente no existe pero que está en el centro exacto de todo aquello que existe, un eje de coordenadas de dimensiones superiores.

Esta tercera dimensión surge por la siguiente razón: por un lado, una gota maestra puede acelerar demasiado y encontrarse con la cuerda como forma antagónica, en cuyo caso podemos decir que la gota protagonista tiene buena visión pero se vuelve sorda, es decir, se vuelve insensible al contexto oscilacional entre las dos predestinaciones (el bucle ourobórico y la línea obsesiva). En esta sordera en el que el plano de posibilidades de intercambio fructuoso de oscilaciones con otras gotas se vuelve imposible, la gota protagonista acaba repitiéndose y lanzándose al segundo infinito como hemos explicado antes.

Pero podríamos pensar que también puede pasar lo contrario: una gota puede escoger buscar la cuerda del contexto para intercambiar con ella oscilaciones para crecer. Esto podría ocurrir en la siguiente situación: se podría decir que una gota, en vez de dos opciones sexuales, tiene tres: la fusión en el infinito oceánico, la separación hacia la apoteosis particular, o, si se encuentra en la sombra de una gota maestra con mucha energía pero sorda, buscar la cuerda. Si escoge esta opción la llamaremos gota esclava. Pero esto es también una ilusión: es imposible interactuar con la cuerda, puesto que ésta es un espejo fiel de la interrelación entre la actitud de una gota maestra y todas sus gotas derramadas, pero fiel únicamente en el momento exacto de su aparición y únicamente en el contexto de la acción de la gota maestra. Si una gota esclava interactúa con la cuerda de una gota maestra, lo que hace no solo es distorsionar la cuerda en sí, sino distorsionar el plano bidimensional entero, y acaba proyectándose hacia el tercer infinito.

Si el primer infinito es lo oceánico, y el segundo es lo apocalíptico, el tercero es lo lejano, la lejanía entre la gota protagonista y el tejido espacio-temporal. La gota se sitúa lejos de la fuente de energía, movida por un resentimiento en el que confundió padre personal y meta-padre (que también es ella misma). Entonces acaba en un una especie de eternidad al fondo del ‘back-log’, donde tiene que esperar a que el ritmo inexorable de causas y consecuencias se despeje le suficiente como para volver. Una gota cerca del tercer infinito tarda más en atravesar una unidad de tiempo que una unidad cerca del primero o del segundo infinito, y desde la perspectiva de esa gota, el vértice protagonista se ve como en lo más alto de un enorme precipicio/monte. Decimos cerca del tercer infinito pero en verdad es imposible saber si estamos cerca, puesto que este infinito es imposible tender de forma directa hacia él, únicamente se puede saber la distancia hacia ese infinito en función de la distancia en la que la última gota, la más lejana, está situada del centro, pero es un infinito como un plano desértico que continúa eternamente tras un horizonte. Gracias a esa última gota se puede triangulizar el vértice contextual.

¿Pero qué centro es capaz de ver esa gota esclava última desde su vértice contextual? No es el vértice oceánico. Ese vértice oceánico solo se puede ver desde la visión del vértice protagonista. La visión de la gota esclava en su esquina solo puede ver una visión distorsionada y menor del vértice oceánico, puesto que esa gota esclava no es padre positivo del cúmulo de gotas derramadas negativas, sino que está sola en una situación oscilatoria particular: una oscilación que no es ni simple, ni concreta de forma que armonice con las oscilaciones simples, pero que por otro lado tampoco es histriónica, sino que es precisamente la oscilación que se anticipa al cambio contextual oscilatorio futuro, es decir, que es la pareja de un entorno de oscilaciones que calcula que tiene que venir en un futuro.

Lo bueno de este tercer infinito para la gota esclava es que no hay muerte, solo una espera, que puede ser larga o corta en función del lio en el que se haya metido dependiendo en el grado de cuantía en que haya interactuado con una cuerda, y lo poderosa que sea ésta; y en la medida en la que la gota esclava continue decidiendo no emanciparse y buscar la fuente de energía por sí sola (una decisión jamás recomendable, puesto que más energía en un estado de lejanía en el tercer infinito simplemente multiplica la aceleración hacia el segundo infinito (una birra vale por tres dicho de forma simple, puesto que en este infinito, igual que en el segundo, no hay otras gotas cerca). Por tanto, la única forma de salvarse para esta gota esclava es confiar y esperar. La experiencia ha de ser como la de desenrollar un nudo, o esperar a que baje la comida del estómago.

Sin embargo, hay que recalcar, todo esto no es más que una ilusión. No existe una tercera opción sexual. Esto es porque una gota existe en la primera dimensión, que tiene dos polos, el polo con todas las gotas y el polo sin ninguna gota. La única forma que tiene una gota de ir desde donde están todas las gotas hacia donde hay menos es bebiendo de la fuente de energía y siendo ella misma una gota que corresponde a muchas otras gotas juntas, y en cualquier caso manteniendo una paridad respecto al estado inicial. La paridad en la primera dimensión siempre se sostiene. El remanente causado por la acción eterna y constante de un más allá, de un después que siempre acaba apareciendo se acaba materializando en dimensiones superiores. Una gota, pues, no tiene la potestad de entrar en un lugar, un plano, donde hay un vacío total y blanco, en el que sin embargo no hay luz ni vacío ni nada ni todo ni nada. El plano triangular es una representación espacial de un tinglado de fenómenos temporales. En ese plano, una gota en un el vértice contextual es una gota que está en medio de un largo camino, una ecuación compleja, una situación existencial en la que el baile entre bucles y autopistas es tortuoso.

Por otra parte, hay que avisar: hemos estado tratando a las gotas como agentes con conciencia propia, al menos desde el punto de vista poético. Esto también es una ilusión. Una gota es a su vez niño y tobogán, la libertad de la gota tal es una ilusión: todo proceso binario puede ser trenzado con otros procesos binarios tal que se forma una predestinación inevitable, gravitatoria. La libertad existe, pero no en estas dimensiones.

Dicho esto, si en verdad la tercera opción sexual es una ilusión y no existe, ¿porqué entonces de todas formas en la práctica sí se da este fenómeno? Desde la perspectiva individual de una gota vemos que aparentemente hay dos opciones, pero desde la visión en conjunto del plano triangular vemos que sí se da. La demostración es la siguiente: En el plano hay dos tiempos (tiempo^1 y tiempo^2) y un espacio^1. Este espacio no se puede dibujar: es un espacio de una dimensión, no de dos, y por tanto no se le puede aplicar un eje de coordenadas. Pero este espacio unidimensional lo que hace es otorgar la posibilidad de anclar un plano triangular, con tres vértices, a un portal desde el que entran los actores del plano. En este plano triangular, hay que recordar que el vértice oceánico (vértice izquierda arriba) es a su vez el océano de todos los planos, de todo el universo, que surge de la matriz de información no local y a su vez el océano/cúmulo de todas las gotas que conforman el pasado de la gota maestra y protagonista de este plano.

Hemos dicho antes que este plano triangular es una suerte de eje de coordenadas de dimensiones superiores que se apoyan en esta. Todas los eventos, sean de la dimensión que sean, pueden clasificarse en eventos cíclicos, eventos asindóticos, y eventos no clasificables bajo esta dicotomía. Entonces emerge una paradoja al dibujar el plano triangular en cuestión, y es la siguiente: Empezamos diciendo que hay un número infinito de nuevas gotas que supuran de la matriz de información no local, que tienen una tendencia infinitamente eterna a fusionarse de nuevo en la matriz (primer infinito), pero que un número infinitamente más pequeño pero también infinito de gotas son capaces de mantenerse en vida sin sucumbir al primer infinito, puesto que despiertan a una conexión positiva con la fuente de energía (segundo infinito). En la primera dimensión, ambos infinitos están en equilibrio. En la segunda, vemos que las gotas que se emancipan, al actuar de forma individual respecto a su entorno, tienen que pasar por un proceso de sexuación durante el transcurso de su aceleración hacia el segundo infinito, en el que escogen entre dos tipos de velocidad: en la primera crecen convirtiendo disonancia en consonancia, o bien crecen convirtiendo consonancia en disonancia. La razón de esta especialización viene dada por el hecho de que siempre aparece un tsunami simultáneo de gotas que son más simples y también más complejas. Ante este panorama quizá la respuesta obvia de una gota sería situarse en el punto medio entre simplicidad y complejidad, y no habría sexuación.

Pero si todas las gotas hicieran eso, el mundo colapsaría sobre sí mismo. Y quizá lo hace a cada momento, solo que, y esto es una regla fundamental en la neumatología: siempre hay un después. El segundo infinito acaba desbordando al primer infinito, por la sencilla razón de que el primer infinito no puede desbordarse a sí mismo. No existe un tiempo, existen muchos tiempos distintos, que se apilan y combinan unos sobre otros. El universo físico es un escape de la eternidad. La eternidad la percibimos como un instante, porque es como ver un tren que se marcha a la velocidad de la luz al horizonte opuesto donde estamos, y parece que desaparece en un destello. Pero el universo físico marcha a una velocidad mucho más lenta que la eternidad. Decir que el segundo infinito desborda al primero puede sonar como si el segundo infinito sea más poderoso o rápido o voluminoso que el primero, al vencerlo (ya que la voluntad de aquello que tiende al segundo infinito supera la voluntad de aquello que tiende al primer infinito) pero por otro lado, este segundo infinito (y los posteriores) están subordinados al primero. Topológicamente hablando, un infinito de número superior explora superficies y vértices en la matriz no local de información que un infinito de número menor no se digna a explorar. El universo físico es como una cárcel dentro de la matriz de información no local, que se despliega para paradójicamente otorgarle un volumen real a una matriz no local que no existe en ninguna parte.

Por tanto, dicho esto, y sabiendo que hay un después, el plano triangular debería acabar colapsando en una recta, puesto que en última instancia el grado de infinitud de las gotas maestras que buscan el segundo infinito sería mayor que el infinito oceánico. Debería ser imposible saber dibujar cual es el punto medio, el estado mediano de transición entre ambos infinitos, puesto que uno siempre está acelerando a una velocidad mayor que el otro. Sin embargo, hemos visto que eventualmente toda gota debe acabar renunciando a su segundo infinito particular por haberse quedado sin varianza oscilatoria con la que intercambiar tiempo para beber energía sin devaluarse (y por tanto devaluándose). El infinito sigue ahí, pero se vuelve como una rampa inaccesible.

El mismo hecho de que siempre hay un después nos revela que hay uno (o más) infinitos después del segundo, y que tal y como el segundo acaba desbordando el primero, este tercero acaba desbordando el segundo.

[…]

Hay 11 infinitos.

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